La práctica honesta de la regulación de la natalidad - 5/9/1984
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1. Hemos hablado anteriormente de la
regulación honesta de la fertilidad según la doctrina contenida en la Encíclica
"Humanae vitae" (n. 19 ) y en la Exhortación "Familiaris consortio". La
cualificación de "natural", que se atribuye a la regulación moralmente recta de
la fertilidad (siguiendo los ritmos naturales, cf. Humanae vitae, 16 ), se
explica con el hecho de que el relativo modo de comportarse corresponde a la
verdad de la persona y, consiguientemente, a su dignidad: una dignidad que por
naturaleza afecta al hombre en cuanto ser racional y libre.
El hombre, como ser racional y libre,
puede y debe releer con perspicacia el ritmo biológico que pertenece al orden
natural. Puede y debe adecuarse a él para ejercer esa "paternidad-maternidad"
responsable que, de acuerdo con el designio del Creador, está inscrita en el
orden natural de la fecundidad humana. El concepto de regulación moralmente
recta de la fertilidad no es sino la relectura del "lenguaje del cuerpo" en la
verdad. Los mismos "ritmos naturales inmanentes en las funciones generadoras"
pertenecen a la verdad objetiva del lenguaje que las personas interesadas
deberían releer en su contenido objetivo pleno. Hay que tener presente que el
"cuerpo habla" no sólo con toda la expresión externa de la masculinidad y
feminidad, sino también con las estructuras internas del organismo, de la
reactividad somática y sicosomática. Todo ello debe tener el lugar que le
corresponde en el lenguaje con que dialogan los cónyuges en cuanto personas
llamadas a la comunión en la "unión del cuerpo".
2. Todos los esfuerzos tendientes al
conocimiento cada vez más preciso de los "ritmos naturales" que se manifiestan
en relación con la procreación humana, todos los esfuerzas también de los
consultorios familiares y, en fin, de los mismos cónyuges interesados, no miran
a "biologizar" el lenguaje del cuerpo (a "biologizar la ética", como algunos
opinan erróneamente), sino exclusivamente a garantizar la verdad integral a ese
"lenguaje del cuerpo" con el que los cónyuges deben expresarse con madurez
frente a las exigencias de la paternidad y maternidad
responsables.
La Encíclica "Humanae vitae" subraya en
varias ocasiones que la "paternidad responsable" está vinculada a un esfuerzo y
tesón continuos, y que se lleva a efecto al precio de una ascesis concreta (cf.
Humanae vitae, 21 ).
Estas y otras expresiones semejantes
hacen ver que en el caso de la "paternidad responsable", o sea de la regulación
de la fertilidad moralmente recta, se trata de lo que es el bien verdadero de
las personas humanas y de lo que corresponde a la verdadera dignidad de la
persona.
3. El recurso a los "períodos infecundos"
en la convivencia conyugal puede ser fuente de abusos si los cónyuges tratan así
de eludir sin razones justificadas la procreación, rebajándola a un nivel
inferior al que es moralmente justo, de los nacimientos en su familia. Es
preciso que se establezca este nivel justo teniendo en cuenta no sólo el bien de
la propia familia y estado de salud y posibilidades de los mismos cónyuges, sino
también el bien de la sociedad a que pertenecen, de la Iglesia y hasta de la
humanidad entera.
La Encíclica Humanae vitae presenta la
"paternidad responsable" como expresión de un alto valor ético. De ningún modo va enderezada
unilateralmente a la limitación y, menos aún, a la exclusión de la prole; supone
también la disponibilidad a acoger una prole más numerosa. Sobre todo, según la
Encíclica Humanae vitae, la "paternidad responsable" realiza "una vinculación
más profunda con el orden moral objetivo establecido por Dios, cuyo fiel
intérprete es la recta conciencia" (Humanae vitae, 10 ).
4. La verdad de la paternidad-maternidad
responsable y su realización va unida a la madurez moral de la persona, y es
aquí donde muy frecuentemente se manifiesta la divergencia entre aquello a que
la Encíclica atribuye explícitamente el primado y aquello a lo que se da este
primado en la mentalidad corriente.
En la Encíclica se pone en primer plano
la dimensión ética del problema subrayando el papel de la virtud de la templanza
rectamente entendida. En el ámbito de esta dimensión hay también un "método"
adecuado para actuar según él. En el modo corriente de pensar acontece con
frecuencia que el "método", desvinculado de la dimensión ética que le es propia,
se pone en acto de modo meramente funcional y hasta utilitario. Separando el
"método natural" de la dimensión ética, se deja de percibir la diferencia
existente entre éste y otros "métodos" (medios artificiales) y se llega a hablar
de él como si se tratase sólo de una forma diversa de anticoncepción.
5. Desde el punto de vista de la
auténtica doctrina expresada en la Encíclica "Humanae vitae", es importante, por
consiguiente, presentar correctamente el método a que alude dicho documento (cf.
Humanae vitae, 16 ); es importante sobre todo profundizar en la dimensión ética,
en cuyo ámbito el método por ser "natural" asume el significado de método
honesto "moralmente recto". Y, por ello, en el marco de este análisis nos
convendrá dedicar la atención principalmente a lo que afirma la Encíclica sobre
el tema del dominio de sí mismo y sobre la continencia. Sin una interpretación
penetrante de este tema no llegaremos al núcleo de la verdad moral ni tampoco al
núcleo de la verdad antropológica del problema. Ya se ha hecho notar
anteriormente que las raíces de este problema se hunden en la teología del
cuerpo: es ésta (cuando pasa a ser, como debe, pedagogía del cuerpo) la que
constituye en realidad el "método" moralmente honesto de la regulación de la
natalidad entendido en su sentido más profundo y más
pleno.
6. Expresando a continuación los
caracteres de los valores específicamente morales de la regulación "natural" de
la natalidad (es decir, honesta, o sea moralmente recta), el autor de la
"Humanae vitae" se expresa así: "Esta disciplina... aporta a la vida familiar
frutos de serenidad y de paz, y facilita la solución de otros problemas;
favorece la atención hacia el otro cónyuge; ayuda a superar el egoísmo, enemigo
del verdadero amor, y enraiza más su sentido de responsabilidad. Los padres
adquieren así la capacidad de un influjo más profundo y eficaz para educar a los
hijos; los niños y los jóvenes crecen en la justa estima de los valores humanos
y en el desarrollo sereno y armónico de sus facultades espirituales y sensibles"
(Humanae vitae, 21 ).
7. Las frases citadas completan el cuadro
de lo que la Encíclica "Humanae vitae" entiende por "práctica honesta de la
regulación de la natalidad" (Humanae vitae, 21 ). Esta es, como se ve, no sólo
un "modo de comportarse" en un campo determinado, sino una actitud que se funda
en la madurez moral integral de las personas, y al mismo tiempo la
completa.
Joannes Paulus pp.
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